Revista Avance
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La soja: una experiencia virtuosa

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Oscar Ricci
Ingeniero agrónomo, ex integrante del staff técnico de la EEAOC, actualmente productor y asesor de empresas agroproductivas)

Nuestra experiencia con la soja, en general, ha sido virtuosa. Así fue en todo el país, pero especialmente aquí en el NOA y en particular en Tucumán, donde la EEOC fue pionera en el desarrollo de este cultivo. 

Si lo que queremos es considerar la combinación de conocimientos, transferencia al productor, adopción y perfeccionamiento del cultivo, su desarrollo podría considerarse en tres etapas: una primera, entre 1960 y fines de 1970, una intermedia, muy dinámica que llega hasta mediados de la década de los 90 y una tercera que, arranca entonces hasta ahora, marcada por importantes y continuos avances que plantean nuevos desafíos.

Primera etapa


En 1960 comienza en forma permanente el cultivo comercial de soja en Tucumán. Entonces había un movimiento importante en la zona de La Virginia, donde se formó el primer grupo comercial con colonos españoles y por productores locales en otras áreas de la provincia. En los inicios su expansión en estas zonas fue lenta. Aquí se trataba de “pechar” el monte, en áreas no aptas para la caña o los cítricos, con los que la soja no competía; sí en cambio desplazaba al zapallo, el anco, la batata, el maíz como alimento para animales y algo de algodón y ganadería silvo pastoril. Los rendimientos en soja eran bajos, 1200kg/ha, pero fuera de eso, la transferencia al productor y el proceso de adopción no resultaban dificultosos.

Al final de los 60, junto con Misiones, Tucumán tenía la mitad de la producción de soja del país. Eran en ese momento 12 mil hectáreas entre las dos provincias. Importante, pero casi nada si se lo compara con lo que terminó produciéndose después a nivel nacional.

En mérito a su importancia como productora de soja y a la investigación desarrollada entonces, en 1968 se realiza en Tucumán la 1ª Reunión Técnica Nacional de Soja organizada por la EEAOC y otras instituciones.

En 1972 me incorporé al grupo de trabajo de la Sección Cultivos Industriales de la Estación.  Los trabajos en soja consistían en la evaluación y difusión de cultivares introducidos, densidades de siembra y control de malezas con herbicidas y el mecánico que entonces era práctica corriente.  Era algo relativamente fácil de transferir, porque contábamos con el conocimiento necesario, la prueba y la experiencia directa en la finca del productor que se prestara para ello; y cuando teníamos qué mostrar hacíamos días de campo para presentar los resultados. 

Otras técnicas de cultivo como arreglos espaciales, diferentes densidades o fechas de siembra, demoraron más tiempo en transferirse y ser aceptadas. El productor tiene que convencerse que lo que se le propone funciona. En esto ayudó mucho un productor de avanzada, innovador, creíble, don Arturo Rodríguez Rangel, que contagiaba entusiasmo. En su propiedad la EEOC llevaba inicialmente una importante cantidad de ensayos. 

A lo largo de los 70 la aparición de nuevas variedades, con mejores rindes que permitían la trilla mecánica, nuevos herbicidas y los buenos precios, contribuyeron a la expansión rápida del cultivo. Después fueron apareciendo mejoras que contribuyeron a la “explosión” que había comenzado aquí.

Segunda etapa


En esta segunda etapa merece destacarse la creación de la Subestación Monte Redondo de la EEAOC. Fue en 1977, en una parcela de monte de la colonia Overa Pozo, que la institución recibió de gobierno provincial. Un campo experimental destinado en ese momento a granos exclusivamente, en el área apta para estos cultivos. Esta obra facilitó los procesos de transferencia hacia los productores

Contar con un centro fijo para ensayos integrales -sistema de siembra, materiales genéticos, control de malezas, plagas y enfermedades, manejo-, contribuyó mucho a aprender y desarrollar soluciones creíbles, con resultados que poníamos a la vista de los productores que comenzaron a confluir. 

Otro proceso a destacar en esta etapa es la creación de los grupos CREA en la región.  Estos consorcios de investigación, de los mismos productores, para el desarrollo de sus propias técnicas, fueron un aliado importante en la transferencia, nivelando hacia arriba la adopción de tecnología. Con ellos, además de brindarles asesoramiento, nos enriquecíamos también en el intercambio de experiencias.

Oferta y demanda de soluciones tecnológicas

En el caso de la soja, la demanda ha sido en general impulsora de la oferta y por momentos la ha sobrepasado. Quizá no en todos los casos se trate de una demanda explícita, porque hay otra, latente, que surge de los problemas productivos que requieren crear nuevas soluciones. Esto exige del sector técnico-científico estar muy atentos a lo que dice y le pasa al productor y a la vez, a las razones que subyacen en esos problemas y analizar su tendencia. Ahí es donde se juntan el conocimiento práctico, directo, el científico de base y el tecnológico. No se puede transferir lo que no se conoce. Y no sirve transferir aquello de lo que no se obtenga un resultado productivo concreto. Lo vemos claramente durante lo que, en mi opinión, sería la tercera etapa.

La tercera etapa.  El milagro que duró poco

Si hay un aspecto en el que la demanda superó a la capacidad de oferta es el control de malezas, plagas y enfermedades. Esta problemática se vislumbró en el período anterior a medida que el cultivo se expandía. Mientras los avances en genética no paraban, estos otros problemas requerían atención especial. Así fueron apareciendo también soluciones, como la sustentabilidad lograda con la rotación con maíz o los métodos de control de malezas probando nuevas combinaciones, además de la adopción de técnicas conservacionistas de suelo, como el reemplazo de la labranza mínima por la siembra directa. 

El gran hito de esa etapa fue la conjunción de tres innovaciones -dos de las cuales. ya venían utilizándose en menor escala. Me refiero a la adopción generalizada de la siembra directa tanto en Tucumán como en el resto del país, que se expande por la aparición del glifosato de precio accesible. El tercer factor fue la aparición en 1996, de las variedades resistentes al glifosato, la soja RR, que permitió potenciar el uso de ese producto. Posteriormente aparecieron las variedades RR 2 Intactas, resistentes a insectos y a otros eventos, como resistencia a herbicidas.

El glifosato, un solo producto capaz de controlarlo todo, era casi como un milagro. En ese momento el cultivo se simplificó notablemente y los productores se hicieron más receptivos y abiertos a otras innovaciones. 

Pero el milagro duró poco. El uso excluyente del glifosato operó en favor de la selección de malezas tolerantes y resistentes, no solo a glifosato sino también a otros grupos de herbicidas. En ese aspecto, fue como volver otra vez a fojas cero con las instituciones y grupos generadores de conocimiento.

Otros problemas que afectaron sensiblemente la producción fueron los sanitarios que se fueron resolviendo con la investigación. Más allá de eso, es mucho lo que se progresó tecnológicamente en esta última etapa.

Sustentabilidad

En 1996 me retiré de la EEAOC como investigador y pasé a la actividad privada. Siempre me mantuve, como otros, en estrecha vinculación con la institución. Pasé a integrar el Comité Asesor de Granos, ad honorem, junto con ocho referentes del sector.

El escenario es muy dinámico y evoluciona rápidamente. Hoy hay que prestar más atención a las cuestiones ambientales, al uso sustentable de los recursos naturales y al uso de agroquímicos de bajo impacto, al uso de cultivos de servicio etc. El productor lo sabe –“si no te actualizas no existís”- especialmente los más jóvenes, dispuestos en general a lograr esa sustentabilidad deseada en los dos aspectos: el ambiental y el económico.

Y en materia de transferencia, es bueno saber que el conocimiento no se detiene. La Sección Granos de la EEAOC está conformada actualmente por un gran equipo de profesionales que trabaja Interdisciplinariamente para dar soluciones a los problemas que se van presentando.

 

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